By: Gisela Mejía
Exalumna del Oratorio (HMA) y del Centro Juvenil (SDB)
Cooperadora Salesiana (SSCC)
Gisela Mejía, Cooperadora Salesiana. |
El Carisma Salesiano es una
fuente inagotable.
Puedo testimoniar que las manifestaciones
de la Pedagogía Salesiana, como expresión del espíritu del señor vivido y
dejado como legado por Don Bosco, no tienen límites. En mi caso son múltiples las
“tinajas” de las que la he bebido, por las que soy exalumna: Oratorio del
Colegio María Inmaculada y del Centro Juvenil María Auxiliadora.
Soy fruto de una generación de
exalumnas y exalumnos muy especial. De niña y adolescente en el Oratorio con
las Hijas de María Auxiliadora (HMA) recibí las bases de mi sentido mariano, el descubrimiento, desde la
vida, de un amor particular, un trato exquisito que me mantenía metida de lleno
asumiendo responsabilidades y creciendo en la fe.
Aprendí que las cosas se
hacen bien desde la primera vez.
Iniciando mis años juveniles
nuevas puertas se abrieron, fue el momento de la profundización y la madurez en
un camino de crecimiento bien organizado, una orquesta con diferentes músicos y
partituras, todo armonizado, creando la “música” que nos estremecía interiormente: la vivencia
profunda de la mística con sus tres lemas: vivir lo inesperado, el compartir, el espíritu festivo, la oración, la eucaristía, la formación con itinerarios,
la hermandad grupal, la familia
involucrada, las experiencias de fe, la Pascua como centro y fuente de la vida,
el compromiso de animación como un sacramento, un verdadero apostolado, la
tarea social como meta, la integración con otros centros.
Cada vez que estoy en el patio del colegio revivo en mi interior la importancia de la cercanía con el muchacho, la
integración y la diversión que complementadas con las palabras al oído y unidos a la vida en
grupo, a las tareas de limpieza y a los momentos de fe, celebrativos,
representan la fórmula perfecta para sentar bases seguras y creer que Don Bosco
fue un educador extraordinario.
La línea que unía una
experiencia con la otra se perdía, no sentía cambio significativo, era como
seguir placenteramente en la ruta trazada.
Hoy, tratando de recrear la
historia, puedo constatar que no importó el ámbito en el que bebí del auténtico
Carisma Salesiano, los salesianos y las salesianas sembraron en mí semillas que hoy, juntos, codo a codo, cosechamos los frutos.
Siempre me he mantenido integrada
a la vida y misión salesiana, casi no me he visto como alguien que concluyó su
estadía en el Oratorio y en el Centro Juvenil y que desde la distancia recuerda
los años felices sintiendo la nostalgia de quien desea revivir aquellos momentos.
El hecho de permanecer en este ambiente tiene su
encanto y me da una visión más real de lo que significa la educación salesiana.
He desarrollado mi compromiso,
como fruto de la misión salesiana como: Educadora-Formadora (Colegios, en Muchachos y Muchachas con Don Bosco, en el Filosofado, Instituto Salesiano de Pastoral Juvenil, otros
ambientes sociales), animadora y como Salesiana Cooperadora. Indistintamente, con las Hijas de María Auxiliadora,
con los Salesianos de Don Bosco, en la Asociación de Salesianos Cooperadores,
animando junto a Voluntarias de Don Bosco, Exalumnos y Exalumnas, Misioneras
Parroquiales, Hijas de los Sagrados Corazones, tanto en nuestra inspectoría como a nivel regional y mundial.
He tenido la suerte de ahondar la
Espiritualidad Salesiana estudiando en la Universidad Pontificia Salesiana en
Roma. No hay separación entre todos estos
ambientes, en cada etapa,
experiencia, grupo, actividad he percibido la misma tónica. Puedo
decir que soy privilegiada.
Estoy marcada para siempre con un
sello que me da identidad en cualquier ambiente o realidad en la que me
encuentre y esto gracias a la buena siembra.
!Salesiana por siempre!
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